Informe 1: Democracia y consensos
Resumen ejecutivo
- Quienes se identifican con el oficialismo de turno tienen una percepción más positiva de la democracia y menos exigencia con los resultados del gobierno. En cambio, quienes se identifican con la oposición hacen una evaluación más crítica y tienen mayor exigencia con el delivery. La identidad partidaria influye en la visión institucional y en las expectativas hacia el gobierno.
- Existe una relación pragmática con el mandato presidencial y su permanencia en el cargo. Quienes se identifican con el gobierno consideran que debe terminar el mandato, pase lo que pase. En cambio, si gobierna el partido contrario, la demanda es por efectividad y, si no, se exige un recambio.
- En 2023, los seguidores de LLA eran los más inclinados a apoyar la idea de reemplazar al gobierno si no era efectivo (59%). Ahora, el 61% considera que debería completar su mandato sin importar los resultados. En el caso de los peronistas el cambio se dio en sentido contrario: en 2023 el 25% apoyaba el reemplazo del gobierno y este año subió al 51%.
- En cuanto al comportamiento presidencial, el 39% de los consultados considera que el presidente debe decidir sin buscar consensos, mientras que el 54% restante privilegia los acuerdos con otras fuerzas políticas. La mayoría de los peronistas son acuerdistas, pero más de un tercio de LLA y de JxC son permisivos al decisionismo presidencial.
- Detectamos una disminución de la cantidad de personas que permiten que las diferencias políticas afecten sus relaciones personales. En el primer relevamiento (2023) un 47% de los consultados aparecían condicionados por la polarización. Este año (2024) cayó al 41%.
Introducción
En este 2024 lanzamos la segunda edición de nuestra encuesta nacional sobre Creencias Sociales. Tal como venimos haciendo desde el año pasado, queremos capturar las cosmovisiones, los valores y las percepciones sociales de argentinos y argentinas sobre distintos temas de la realidad argentina. Los que escapan del foco puramente electoral.
En esta oportunidad, realizamos un relevamiento sobre 1.250 casos a nivel nacional, con un muestreo telefónico y domiciliario. Cubrimos las mismas dimensiones que el año pasado: 1) la democracia, 2) la política y los consensos, 3) el rol del Estado, 4) las libertades y la igualdad, 5) el orden público, 6) las relaciones internacionales y 7) distintas agendas de debate público.
En este informe abordaremos las primeras dos. ¿Qué pensamos sobre la democracia? ¿Qué pensamos sobre nuestra democracia? ¿Cómo nos clasificamos en términos democráticos? ¿Cómo vemos la interrupción de mandatos? ¿Cómo debe actuar un presidente? ¿Podemos estar en pareja con alguien que piensa distinto?
La democracia argentina
Existe una discrepancia notable entre la importancia que las y los argentinos otorgan a la democracia, y su percepción sobre el funcionamiento actual en el país. Una brecha marcada entre el ideal, el principio abstracto y la percepción de la realidad concreta. Pedimos a las y los encuestados que evaluaran en una escala del 1 al 10 (donde 1 es “nada importante” y 10 “absolutamente importante”) cuánto valoran vivir en una democracia. El promedio de esta valoración fue de 9,3. En contraste, al calificar la actual democracia en Argentina y utilizando la misma escala, el promedio fue de 6,6. Esta diferencia de casi 3 puntos evidencia una insatisfacción con el desempeño de la democracia actual en comparación con las expectativas, a pesar de una ligera mejora respecto a la encuesta 2023 (5,88). En la práctica, Argentina es un alumno regular.
Eso no es todo. Hay diferencias generacionales y políticas. En primer lugar, existe una disparidad entre cohortes: a mayor edad, el puntaje asignado a la democracia disminuye. Los más jóvenes (18-23) promedian un 6,9, mientras que los adultos mayores (61-99) otorgan un 6. La longevidad viene acompañada de cierta desilusión.
Una explicación posible de esta relación entre juventud y valoración democrática puede estar dada por el voto: según la mayoría de los estudios de opinión pública, los jóvenes son quienes con mayor intensidad votaron a Javier Milei en las elecciones generales del año pasado. El hecho de que su referente político ejerza la Presidencia de la Nación en la actualidad favorece que este segmento etario sea el que destaque las propiedades democráticas del país.
En segundo lugar, y en línea con este punto, las diferencias políticas son particularmente notables. En comparación con el año pasado, quienes se identifican con La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio han aumentado su puntaje a la democracia: de 5,8 a 7,0 y de 5,5 a 6,8, respectivamente. Los votantes del peronismo, en cambio, han reducido su valoración ligeramente, de 6,7 a 6,3. Este fenómeno sugiere que la percepción de la democracia del país está influenciada por la posición partidaria y el cambio de gobierno. ¿La democracia se percibe mejor cuando hay una identificación con el oficialismo? Pregunta abierta.
También encontramos una relación entre la identidad política y la paciencia a la efectividad de un gobierno. Consultamos a los encuestados si “un gobierno democrático debería terminar siempre su período sin importar qué suceda”, o bien “si el gobierno democráctico no da soluciones, debería ser reemplazado por otro antes de cumplirlo”: 62% de los identificados con el gobierno de Javier Milei y 67% de quienes se sienten cercanos a Juntos por el Cambio apoyan la primera afirmación. En cambio, los simpatizantes del peronismo están más repartidos, con una leve inclinación por el reemplazo temprano. Rol, identidad y preferencias van de la mano: el año pasado las respuestas estaban invertidas. Dime quién gobierna y te diré qué pienso.
Perfiles de demócratas
Pero no todas son calamidades. En un contexto global de recesión democrática y de intensa polarización política, la defensa de las instituciones representativas de gobierno continúa siendo un punto de consenso en Argentina. Los niveles de democracia en sangre son altos. Ante la clásica pregunta sobre las preferencias de vivir en un régimen democrático o en uno que pueda ser autoritario dadas las circunstancias, 8 de cada 10 consultados prefieren vivir en una democracia plena. El apego a este conjunto de valores es más alto que en el resto de la región. En el último informe de Latinobarómetro (2023), el promedio latinoamericano para esa respuesta fue 48%. Los laureles que supimos conseguir.
Para ahondar sobre este punto, tomamos las preferencias por la democracia y sobre la interrupción de los mandatos presidenciales para construir una tipología que clasifique perfiles de demócratas. Estructuramos tres: 1) puros, 2) pragmáticos y 3) indiferentes, los cuales van desde un sostén absoluto por el gobierno y el régimen a mayores licencias en caso de excepcionalismos.
Lo interesante de esta clasificación radica en que los resultados de la encuesta muestran que los ciudadanos tienden a valorar más la estabilidad institucional y la democracia cuando el partido político con el que se identifican ejerce el poder. Esto tiene efectos prácticos en términos de convivencia democrática, consistente con la literatura en torno al “losers’ consent“, perder genera actitudes ambivalentes hacia las autoridades y las instituciones. Los perdedores de las elecciones deben estar dispuestos a aceptar los resultados y permitir que el gobierno ejerza su mandato.
En efecto, la simpatía partidaria ejerce influencia sobre la percepción de estabilidad. Una proporción significativa de los encuestados, tanto en la encuesta realizada este año como la del año pasado, cree que un gobierno que no ofrece soluciones debe ser reemplazado: 37% en 2023 y 42% en 2024. Si bien la preferencia mayoritaria sigue siendo por la terminación del mandato, estos valores indican un creciente escepticismo argentino a los límites de las reglas constitucionales.
¿Cómo se debe comportar un presidente argentino?
Una parte central del funcionamiento de un sistema democrático son las decisiones presidenciales. Sobre todo, en qué medida busca acuerdos con otras fuerzas políticas para implementar el programa de gobierno, o bien avanzar en soledad en la medida que la legislación, la relación de fuerzas y la popularidad se lo permitan. Acá, de nuevo, se abren dos valoraciones distintas sobre el comportamiento presidencial.
De un lado, ubicamos a los acuerdistas. Son aquellos encuestados que consideran que las decisiones de un gobierno siempre deben pasar por el Congreso Nacional y que el presidente debe encontrar puntos de consenso con el arco político. Este segmento se inclina por una visión colaborativa de la política y tiene una alta demanda por la deliberación pública.
Del otro lado, ubicamos a los decisionistas. A diferencia del grupo anterior, este defiende la toma de decisiones directa por parte del Poder Ejecutivo, considerando que el presidente debe implementar su programa de gobierno sin la necesidad de recurrir a acuerdos con otras fuerzas, tanto en la discusión pública como en los recintos legislativos. Para este segmento la prioridad es la capacidad de respuesta rápida, incluso en detrimento del funcionamiento del Congreso Nacional.
Un primer hallazgo radica en que la Argentina se presentan dos posiciones con distribución asimétrica: mientras que el 39% de los consultados está clasificado como decisionista, el 54% restante aparece como acuerdista. Esto muestra una mayor inclinación por los consensos, pero no es determinante ni abrumadora.
En paralelo surge un segundo hallazgo, que sigue la lectura partidaria que mencionamos al comienzo del informe. La mayoría de quienes privilegian el consenso y los acuerdos están identificados con el partidos de oposición al gobierno (peronismo + otros). Entre los decisionistas, la relación es a la inversa. La mayor parte son votantes de LLA y de Juntos por el Cambio. En síntesis, el espacio de la oposición prioriza el consenso, mientras que los simpatizantes de LLA y JxC, las decisiones rápidas.
Este punto vuelve a resaltar la relación entre rol, identidad y preferencias. Apoyando al gobierno, los electores toleran mayores excepcionalidades institucionales, son menos exigentes con los resultados logrados, y defienden la democracia en todas sus formas y a ultranza. En cambio, estando en la oposición, las preferencias son por la búsqueda de acuerdos, la exigencia por los resultados inmediatos es más alta y brotan excepcionalidades sobre la duración del mandato para quien le toca ejercer la Presidencia de la Nación.
En otros términos editoriales: el peronismo es republicano cuando pierde el poder, mientras que La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio dejan a Alexander Hamilton en las puertas de la Casa Rosada.
Polarización y relaciones personales
Para seguir en la misma línea que la encuesta del año pasado, mantuvimos la batería de preguntas que nos permiten analizar las relaciones personales a través de la política. Encontramos que 7 de cada 10 argentinos y argentinas no elige su pareja ni juzgan a las personas por política. En un país agrietado, es más que un titular de primera plana.
Lo cual nos llevó al último interrogante de este primer informe. ¿Existe una disminución de la polarización afectiva en el país? Es el tipo de polarización que la literatura especializada considera que se basa en las identidades sociales, antes que en las posiciones ideológicas. Está basada en visiones muy simples y reduccionistas de los adversarios políticos, con quienes no se busca un punto de acuerdo, sino su disminución.
Para evaluar esta realidad nacional, unificamos las respuestas de quienes contestaron “si se puede calificar a una persona por sus opiniones políticas” y “si formaría pareja con alguien que piensa distinto”. Es la misma variable que construimos el año pasado, con el objetivo de detectar continuidades y rupturas. Y la llamamos “condicionados por la polarización”. Lo que buscamos es detectar si existe una mayoría de los consultados que circunscriben sus relaciones personales a la grieta, o no. En caso de que una mayoría se ubique dentro de ese condicionamiento, entonces eso nos mostraría niveles altos de polarización afectiva. En cambio, si una mayoría no se encuentra condicionada, entonces los niveles de polarización afectiva serían bajos.
Al respecto, encontramos una disminución significativa de un año a otro. Mientras que en el primer relevamiento (2023) un 47% de los consultados aparecen condicionados por la polarización, este año (2024) detectamos una reducción de este segmento hasta el 41%. Esta caída indica una disminución de las personas que permiten que las diferencias políticas afecten sus relaciones personales. Es un cambio que sugiere una posible reducción de la polarización en la sociedad durante el período analizado.
En este sentido, esta variación sugiere que menos personas están dejando que las diferencias políticas definan sus relaciones personales, lo cual podría ser indicativo de una mayor apertura y tolerancia hacia las opiniones políticas diversas o una etapa de transición hacia nuevas identidades que definan, en un futuro, una nueva polarización. Más interrogantes que respuestas.
Los resultados de la encuesta nos llevan a pensar en una posible transición en el sistema de creencias sociales, que aún no definen nuevas identidades políticas. Esto implica que algunos viejos términos y conceptos políticos pierden su significado específico y se convierten en etiquetas vagas sin contenido concreto, que ya no distinguen o diferencian. La multiplicidad de significados generan una especie de caos simbólico. Puede ser que no haya tanta polarización, sino más bien pulverización.
Bonus track: interés por la política y (no)obligatoriedad del voto
Una pregunta que siempre sobrevuela los años electorales, pero que tiene respuestas interesantes cuando no votamos: ¿nos interesa la política? ¿O nos genera una profunda indiferencia? En tiempos donde parece una mala palabra, encontramos un mix. El 52% de los consultados está muy o bastante interesado en política, mientras que el 47% está poco o nada. Apáticos y comprometidos por igual.
Este punto viene de la mano con la obligación de votar, otro de los caballitos de batalla en tiempos posmodernos. El sostén a la obligatoriedad se mantiene, con un 62% de los encuestados apoyándolo y un 37% indicó que debe pasar a ser voluntario. Los valores reportados muestran un alza respecto de la misma pregunta el año anterior, que mostró un 55% de apoyo a favor de la obligatoriedad y un 44% en favor del voto voluntario. Más laureles conseguidos.